Lo que uno puede ver, lo que uno puede recordar.

Hay dos audios de mi papá en el wapsat, uno dice que espera que algún día lo visite, en el otro ,con la voz un toque quebrada, dice que su madre, mi abuela, ya está en las ultimas.  No le escribí nada. Que es lo que se debe responder al escuchar algo así; estoy acostumbrado responder con pendejadas o   memes que incluyen un Madrazo, como uno de un tipo con los ojos medio cerrados gritando ¡eso hijueputa! No podía enviarle eso. Aun no le he enviado nada. Y no sé si el silencio es copia fiel de la sensación de impotencia, acompañada de cinismo, porque a fin de cuentas la vida se acaba. Y no estoy seguro de que el cinismo extrañamente reconforte, de que vuelve a algo, común; de que nos blinda contra el dolor. Pero ¿causa el cinismo más dolor?

Una vez, de tantas que he estado en este cuarto en que ahora mismo escribo esto. De noche, habiendo escasamente cenado. Vuelto mierda, mirando al techo y de fondo una canción que dice “solo sin tu cariño voy caminando, voy caminando…” Es de José Alfredo Jiménez esa canción desgarrada, por el amor que se tiene hacia alguien que no se tiene. A Uno siempre le está faltando algo, si no es comida, es compañía. Pero no hay que estar con alguien para estar bien, cuando con quien se está a uno no le para bolas. Estas acompañado y estas solo. Así era cuando vivía con él, con mi padre. Me fui a vivir solo… Una vez de tantas en que estuve vuelto mierda comencé a visitar a uno de mis amigos, recuerdo que por lo menos 3 o cuatro meses que casi que viví donde él.  Fueron meses de fumar vareta, comer pollo asado y hablar mierda, mucha, mucha, mierda.

Esa vez imaginaba dos cosas, a mi madre trabajando como mula con la esperanza en el pecho y a mi padre, que hasta entonces no me había llamado sino unas 6 vece en tres años, tirándose una chica de 22 en el carro que compro; con el que aparece en la foto de su perfil de Facebook.    Lo imagine serrando la puerta, devolviéndose a su cuarto, sin compañía. Trajinado por haber estado “amando”.   Sentado en su cama mirando el piso, encorvado, con las manos entrelazadas y sostenidas en sus rodillas, como en una escena de un comercial que concientiza sobre el alcoholismo, acompañada de otras escenas en forma de recuerdos, de unos niños con su madre, saliendo de la casa con maletas en mano. Después una voz en off pronuncia el nombre de unos patrocinadores, el nombre del canal y pasa otro comercial, de shampoo, de papitas, de lo que sea.

Con eso en la cabeza, me sentía más vuelto mierda. Con el corazón arrugado de vergüenza por acongojarse por trivialidades.  Por ese cariño chapucero, que solo puedo imaginar, que no tengo… Se le va morir la mamá. Esta reflexión insulsa, como insulsa es la ingenuidad juvenil de creerse amado, de creerse protegido, de creer que estar vivo es igual a cariño…Estuve por lo menos dos meses con la abuela, una vez en que   mi padre me mando los pasajes para ir a visitarlo. Había dicho varias veces que no. Me convenció cuando me dijo que pagaría la renta. No tenía y aun no tengo trabajo fijo, por eso fui…  La abuela se estaba quedando en su casa, estaba muy enferma, caminaba con dificultad y le dolía el pecho, eso hace dos años; empeoro…Cuando estaba cocinando, llegaba y se sentaba en una silla.  Yo, después de haber parado las ollas en la estufa; la miraba.  ¡lo que tuvo que pasar la cuhita! para llegar a ese momento: sentada en una cocina, mirándome con los ojos brillantes, sin saber dónde poner todo ese cariño, que de seguro acumulan las personas solas.